Valientes y valiosos

1.12.10

Oh la lá, la ciudad de la luz

Madrugada fría, las calles aún no están puestas, son las 04.30 am , la hora de los viajes, y nos dirigimos al aeropuerto de Barajas. Lo peor es saber que no me dejarán dormir en el avión; en Ryanair son fastidiosos y entre explicaciones de seguridad legales, ofrecimientos varios de bebidas, cosméticos, cigarrillos sin humo, rasca y gana, calendarios benéficos y todo lo que sus pérfidas mentes comerciales inventen, se habrá pasado el tiempo sin poder dar ni una cabezadita.

Intento avisar a mi acompañante,  que no me hace (ni puñetero) caso, pero mis aciagos vaticinios se cumplen y no le queda más remedio que darme la razón  (eso sí, ya a posteriori). Sin embargo, al aterrizar se nos pasan todos los males, ¡estamos en la France! Concretamente en Beauvais. El autobús destino París está repleto de españolitos expectantes. Las condiciones climatológicas nos desarman; hay niebla, llovizna, frío... Dentro del bus, por contra,  prevalece el calorcito y un placentero silencio; casi todos sucumbimos a la narcosis. Una hora y media más tarde estamos en Porte Maillot; empezamos a intuir que en París las proporciones urbanísticas son descomunales.

Por fin desayunamos (los clásicos croissants y un café au lait tan delicioso como caro), nos instalamos en el hotel (muy conveniente; limpio, confortable, con un bonito jardín interior y ¡económico!) Ya estamos listos para auscultar la ciudad.

Cogemos el metro, creo que es la mejor forma de moverse por París. Da un poco de yuyu ver que las puertas se abren estando aún en marcha, pero el segundo día yo ya saltaba del vagón al andén imbuida por el espíritu parisino - y sobre todo por el " donde fueres haz lo que vieres".

La primera parada es la plaza de la Concordia (antes Plaza de la Revolución, dado que allí se instaló la guillotina y rodaron las cabezas de Luis XVI y Maria Antonieta, entre otras). Es una incomensurable explanada de planta octogonal desde la que se pueden apreciar unas vistas tremendas - sobre todo, en días claros, cosa que yo no pude disfrutar). Del centro de la plaza emerge el obelisco proveniente del templo de Luxor, que incluso puede llegar a ocultar a la torre Eiffel. Los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, la ya mencionada torre Eiffel, la Asamblea Nacional, la calle que lleva hacia el centro de negocios de la Defense, la iglesia de la Madeleine, el hotel Crillon...circunscriben las vistas que podemos disfrutar desde esta ubicación. 

Primera impresión de la Place de la Concorde

¡El obelisco es de verdad!
Descifré en un rato libre los jeroglíficos,
son una apología a Ramsés III
.

Después como hipnotizados nos vamos a la neoclásica Madeleine...

y a los Inválidos...


Dentro vimos el sarcófago de Napoleón I,  y las tumbas de la saga Bonaparte: José Bonaparte (alias Pepe Botella) y Jerome Napoleón.También están las del general Foch (quien logró la paz con Alemania , o mejor dicho, una tregua de veinte años, como él mismo describió, con el Tratado de Versalles)  y del mariscal Vauban. Es curiosa la decoración de las paredes de mármol; a fin de evitar el olvido, Napoleón dejó propaganda  sobre su vida, ideología y obras en derredor de su tumba. Un ego pequeñito... Tan pequeñito como el palacio, que es inmenso!



Y después, paseo romántico al atardecer por París, asombrándonos por sus calles, anotando mentalmente pequeños rincones donde volver, dejándonos atrapar por una atmósfera pre-navideña y sin importarnos (mucho) la niebla y el frescor nocturno de un noviembre tradicional. Nos sorprende que los autóctonos no presten atención a su icono iluminado y colosal aguijón, la torre Eiffel. Pasan de largo sin mirarla siquiera, habituados a percibirla todos los días.


Las vistas desde lo alto son espectaculares. Una vez más, se nos olvidó el trípode, así que las fotos no salieron muy allá, pero esto es algo parecido a lo que se puede admirar desde allí arriba.




Al día siguiente desayunamos unos croissants bastante más ricos,
un café delicioso en un apacible jardín interior aclimatado...


Y sacamos la agenda dispuestos a tachar todos los lugares que queremos visitar.  Primero primerísimo; la basílica del Sagrado Corazón. No queríamos perdernos sus aires bizantinos ni el barrio de Montmartre, donde está ubicada.



Montmartre es un barrio con encanto (aunque esté repleto de puestecillos orientados al turista que quiere comprar los horrorosos  típicos souvenirs). Bohemio y bullicioso, nos dio pena dejarlo atrás pero teníamos tanto por conquistar, que marchamos hacia la place de la Ville, al Ayuntamiento.


Cuesta creer que la plaza fuera sólo una extensión pedregosa hasta que a los mercaderes del siglo X le dieron uso como puerto. También cuesta imaginar que aquí se instalara la primera guillotina, acontecimiento que les resultó bastante decepcionante a los parisinos al parecer puesto que estaban acostumbrados a presenciar suplicios más lentos y dolorosos (descuartizamientos, apaleamientos, la hoguera...)

Cuentan que Robespierre, encerrado con sus fieles en este palacio el 27 de julio de 1794,  trata de conjurar una guerra civil que posiblemente enfrentaría a las facciones internas surgidas dentro del orden republicano. Los soldados de la Convención irrumpen en la Sala y Robespierre, el Incorruptible, trata de suicidarse de un tiro en la garganta - acierta sólo en su mandíbula. Al día siguiente será arrastrado fuera y ajusticiado.


Cruzamos el Sena a la altura del palacio real más antiguo, edificio que también fue prisión
( y sede del Tribunal Revolucionario)
La Conciergerie


Y entramos en la Sainte Chapelle (en el interior del actual Palacio de Justicia). Tuvimos mala suerte, estaban restaurando una gran parte de las vidrieras, así que sólo nos pudimos hacer una idea general de cómo debe de ser.



Y de ahí, a otro monumento simbólico de la ciudad...
La catedral de Notre Dame.
(Y sus impactantes vistas, asequibles a sólo 400 escalones, sin ascensor)



Anochecía, así que optamos por tomar un refrigerio, descansar un poquito y conquistar los Campos Elíseos. Finalmente llegamos al Arco del triunfo y volvimos a encaramarnos arriba del todo para captar el paisaje.



Más tarde retornamos a la Torre Eiffel y nos dimos un homenaje, una vueltecita en uno de los  Bateaux Mouches por el Sena, admirando desde una nueva perspectiva los lugares que ya conocíamos. París de noche es diferente aunque se haga el mismo recorrido, las luces se encargan de subrayar sus encantos. Los puentes construidos son una maravilla. Cuenta la tradición que al cruzar por primera vez el Pont Marie  en barco, se deben cerrar los ojos, dar un beso a la pareja y pedir un deseo, pues se cumple. Nosotros al menos cumplimos con la tradición, y recordaremos que esa noche había luna llena, nubes... y un frío tremebundo, todo muy romántico.

La mañana siguiente la dedicamos por entero al Louvre, y apenas pudimos ver dos alas y de modo incompleto. Es un edificio de dimensiones formidables,  ¡mide 700 metros sólo de longitud.! Desde Egipto, admirando a El escriba, a los clásicos - la Nike de Samotracia, Mona Lisa, Venus, Apolo, Diana, Hermes, Afrodita, sátiros, tumbas etruscas, Platón, Sócrates y Aristóteles, Amor y Psique, El rapto de las Sabinas, ... dimos un maratoniano paseo.
Se nos hizo más arduo encontrar La libertad guiando al pueblo de Delacroix, que no está en la sala de Pintura francesa del siglo XIX como cabía esperar sino en Pintura - Grandes formatos. La manera de catalogar del Louvre me parece un poco sui generis - pero ellos son los expertos.... Como yo no, necesité doparme con café en su Starbucks para poder  emplear más energía buscando esta obra en concreto, admirando de reojo otros cuadros expuestos en nuestra carrerilla contrarreloj. Pensé que en el Louvre yo podría vivir sin salir al exterior perfectamente; hay mucho espacio, arte, librerías, papelerías, restaurantes, y conexión wifi.

Ese monumento al fondo me suena, 
¿lo habré visto antes?
Acabamos saturados y agotados. Fuera hacía frío, viento, y llovía. Así que nos fuimos a comer, nos perdimos por Saint-Germain y encontramos una brasserie muy atrayente, cerca de La Sorbona. Así que allí almorzamos a las tres y pico de la tarde, y después salimos a la lluvia.

El Panteón


Me resultó muy interesante el péndulo de Foucault, que demuestra visualmente el movimiento rotatorio de la Tierra. El péndulo puede girar en el sentido de las agujas del reloj, aunque el planeta gira en sentido opuesto (anti-horario).  La causa de este giro es, según los físicos, la Fuerza de Coriolis, también llamada aceleración angular. Resulta del movimiento de giro del globo terrestre y provoca una desviación de las masas hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda en el sur. Además, las corrientes del aire y del mar globales están sometidas a la influencia de esta misma fuerza.A lo largo de un día, la dirección en la que se mueve el péndulo cambia debido al movimiento rotatorio. Tarda unas 36 horas en dar un giro completo antes de  cambiar de dirección.


En el Panteón descansan los más insignes hombres ( y una sola mujer, Marie Curie). Vimos las sepulturas de Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Braille, Zola... Con tal baño cultural, no es de extrañar que nos entraran ganas de ir a la  Ópera. Fuimos caminando tranquilamente a las orillas del Sena, bordeando los bouquinistes, con sus casetas repletas de libros antiguos, cómics y textos curiosos. Disfrutamos de un paseo que parecía sólo para nosotros; debido a la destemplanza atmosférica, las calles estaban prácticamente despobladas.


Pero nos volvimos frívolos por el camino, al ver el brilli brilli del Show Chaud Noel de las Galerías Lafayette, cuyos escaparates navideños se ganan la atención de los transeúntes, niños o no. 


Este año parece que la temática va de musicales, y nos distraímos viendo a  los juguetes bailando al ritmo de diversos musicales como West Side Story o El mago de Oz, pero el que más me gustó fue el de unos ositos  bailarines que lucían unas ostentosas gafas de buceo, mientras en el escaparate contiguo unas nancys entraban y salían de un pastel cantando las melodías más conocidas de Mamma Mía. Estaba muy gracioso.


La última mañana la dedicamos al imperecedero de los inmortales...
(No es Napoleón ni el estrábico Christopher Lambert)


Es curioso que haya esta indicación a la vista de cómo se halla la tumba.

Por cierto, puedo prometer que en la sepultura de Molière no vi en ningún momento el famoso epitafio
Aquí yace Molière, el rey de los actores.
En estos momentos hace de muerto y en verdad que lo hace bien.
Voilà, eso es todo.
No nos dió tiempo a mucho más. París es fascinante y excepcional, y aunque no sea un destino especialmente económico, seguro que su encanto nos impulsa para volver - quizá en una época más cálida- dispuestos a disfrutar de su ambiente mágico y los prodigios que nos quedan por descubrir.

9 comentarios:

Rocío Campos dijo...

París es una ciudad impresionante. Yo fui con muchas expectativas y la ciudad las superó. Era mejor que lo que imaginaba. Allí su luz, sus calles, su ambiente es completamente distinto.
Me ha gustado leer tu viaje.

P.D: en Mont Matre, en la plaza de abajo del Sacre Cour, está el tiovivo que sale en Amélie. Me gusta esa película y me encantó encontrarlo.

Darthpitufina dijo...

Sí! Vimos el tiovivo, (yo me quería montar...) Pero no sé si por las navidades, nos encontramos tiovivos por todas partes; en la place de la Ville, en Trocadero... Curioso.
A nosotros también nos impresionó París, es preciosa!. Tenemos que volver!

Juan Carlos dijo...

Buen viaje, buena descripción, buen disfrute. Os dio tiempo a hacer muchas cosas, lo que pasa es que París es enorme y enorme es lo que hay que ver. Sólo el Louvre ya es para darle de comer aparte. En fin, como dice Bogart, siempre nos quedará París. Hay que volver. Ando yo pensando en una escapada en talgo nocturno como la última vez que estuve: salimos un viernes noche y volvimos el domingo por la noche.
Salu2

Juan Carlos

S. dijo...

OHHHHHH Qué envidiaaaaaaaa me das...pero algún día iré a verlo todooooooo

Candela dijo...

Me encantó Paris, nosotros fuimos 10 dias y nos dio tiempo a ver muchiiiismo (vamos, todo, incluido trenecito a Versailles), tengo unas ganas de volver... eso si, fuimos en septiembre y no hacia frio, ni nos llovio (excepto el ultimo dia y en el cementerio, oju).

Juan Carlos dijo...

mu güenas Darth. Esta entrada es respuesta a lo que preguntas sobre el libro electrónico. El Papyre, que es el que tengo hasta que me lo robe mi hermana que ya me lo ha dicho (previo pago, que para eso es nuevo) me costó 264 € y es de los baratos aunque poco se lleva con otras marcas. No obstante acabo de encontrarme con un amigo que se ha comprado el Kindle de Amazon en New York y le costó CON WIFI incluída 138$ que viene a ser 119€ con lo que en cuanto venga mi hermana y se lleve el papyre lo voy a comprar por interné en amazon que sale igual de precio y pago 30$ de gasto de envío. Aún así sale mucho mejor de precio. También reproduce música y jpg (en blanco y negro, eso si)
Espero que te valga la información

Darko Wiggin dijo...

Toda una pitufina transmitiendo magia con sus viajes culturales a los que no nos movemos tanto... no te veia pero casi estaba allí ^^

Yandros dijo...

Nosotros fuimos el año pasado este mismo puente de diciembre, pero no había nieve...grrr que bonito está Paris nevado!
Así pude inspirarme en un relato encadenado jejeje
http://torredelcaos.blogspot.com/2010/05/sucedio-en-paris-iii.html

Gloria Álvarez dijo...

Tu y tus viajes... Que ganitas me han dado de volver. Pero primero tengo una asignatura pendiente en Laos, ya sabes.
Un beso