Valientes y valiosos

18.4.11

Opio del pueblo

Uno se hace cura o fraile sólo para vivir en el ocio, y el ocio lo tienen garantizado por su número. Si hubiera, digamos, uno por cada mil almas, los curas tendrían tantos quehaceres que no podrían estar tumbados a la bartola mientras se echan capones entre pecho y espalda. Y entre los curas más indignos, el gobierno elige a los más estúpidos y los nombra obispos.
Empiezan a revolotear a tu alrededor nada más nacer cuando te bautizan, te los vuelves a encontrar en el colegio, si tus padres han sido tan beatos para encomendarte a ellos; luego viene la primera comunión, y la catequesis,  y la confirmación; y ahí está el cura el día de tu boda para decirte lo que tienes que hacer en la alcoba, y al día siguiente en confesión para preguntarte cuántas veces lo has hecho y poder excitarse detrás de la celosía. Te hablan con horror del sexo, pero los ves salir todos los días de un lecho incestuoso sin ni siquiera haberse lavado las manos para ir a comerse y a beberse a su señor, y luego cagarlo y mearlo. 

Repiten que su reino no es de este mundo, y ponen las manos encima de todo lo que puedan mangonear. La civilización nunca alcanzará la perfección mientras la última piedra de la última iglesia no caiga sobre el último cura y la tierra quede libre de esa gentuza.

Los comunistas han difundido la idea de que la religión es el opio del pueblo. Es verdad, porque sirve para frenar las tentaciones de los súbditos, y si no existiera la religión, habría el doble de gente en las barricadas, por eso en los días de la Comuna había poca, y se la pudieron cargar sin tardanza. Claro que, tras haber oído hablar a ese médico austríaco de las ventajas de la droga colombiana, yo diría que la religión también es la cocaína de los pueblos, porque la religión empujó y empuja a las guerras, a las matanzas de infieles, y eso vale para cristianos, musulmanes y otros idólatras; y si los negros de África antes se limitaban a matarse entre ellos, los misioneros los han convertido y los han transformado en una tropa colonial, de lo más adecuada para morir en primera línea, y para violar a mujeres blancas cuando entran en una ciudad. Los hombres nunca hacen el mal de forma tan completa y entusiasta como cuando lo hacen por convencimiento religioso.

Umberto Eco,
El cementerio de Praga

5 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Demasiada razón tiene Umberto Eco.

Supongo que, cuando tu también te haces Eco, es que estás de acuerdo.

Darthpitufina dijo...

Con matices, pero sí, me hago Eco.

Un besazo, Maria Jesús!

Juan Carlos dijo...

Cómo me gustó el libro. No tardaré en releerlo. Esa definición que hace al principio de españoles, franceses, ingleses, judíos, croatas... es impagable
Salu2

Mr Blogger dijo...

El poder corrompe, y la religión consigue influir mucho en las personas. Cuando te das cuenta de que puedes hacer que la gente te siga y que puedes hacer que colmen tus intereses, por muy santo que seas siepre tiendes a usarla, ya sea para tus cosas personales, para arrastrarles con tus intereses/ideologías o lo que sea. Lo que hay que procurar una transparencia y separación de poderes total. La religión no debería hacer política, debería ser personal.

Atlántida dijo...

Umberto Eco...las religiones son lo que dan sentido a la existencia, sería muy dura pensar en la muerte como un immenso vacio, pero es cierto, que las mayores matanzas se hicieron en nombre de Dios, la iglesia esta corrompida, se práctica la doble moral, acumulan riqueza...y sin embargo, en algún lugar, quizás en una pequeña parroquia, todavía qued alguna persona convencida que se comprometió con el discurso de Dios.
Mira ese cura que donó su riñón de forma altruista, o otro en el Raval que se dedica a ayudar a prostitutas y drogadictos y que financio un aborto a una niña de 14 años entendiendo su triste situación..., siempre hay excepciones y por eso no se pierde la esperanza.