Valientes y valiosos

14.12.09

Cambios climáticos y saltos temporales




He vuelto de unos días de tranquilidad, una escapada hacia cielos más limpios, días serenos y gentes más apacibles, en el valle del Tiétar. Como ya había adelantado, estos años se han producido muchos cambios por esa zona, mi mayor sorpresa ha sido la irrupción del turismo rural por el lugar. Por un lado, eso ha significado mejoras en caminos de montaña (para hacer senderismo o rutas ecuestres),  pero por otro lado se ha desvanecido parte de la gracia; subir por las escarpadas laderas es ahora bastante más fácil, ya que han cimentado los terrenos y construido paseos con farolas donde antes había caminos de tierra, han puesto barbacoas y merenderos en emplazamientos antes rústicos, y donde antes había sólo campo, ahora hay restaurantes y terracitas veraniegas. En definitiva, los parajes que antes tenían difícil acceso son ahora lugares de recreo.






No obstante, pese a todo esto, todavía es posible caminar por silenciosas y frías calles empedradas, aspirando el aroma de la leña que se quema en las chimeneas, y disfrutar de un buen paseo campestre, con una acogedora y mullida alfombra de hoja caduca a nuestros pies.  El silencio de las tardes invernales, en las que apenas se oye más que el viento y algún gallo despistado, o el crepitar de alguna hoguera cercana, es impagable.

Con el invierno tan avanzado, ya fuera de temporada para cualquier tipo de recolección,  sin embargo conseguimos  recoger (y no arrancar, como hacen algunos) en nuestra cestita unos cuantos níscalos por el pinar - sí, incluso en lugares que tenían la hierba tan aplastada que se habían creado caminitos por las pisadas de todas las personas que nos habían precedido durante el puente- y, por sorpresa, muchísimas castañas que nos estaban esperando aún dentro de su erizo.




Lo más impresionante ha sido subir a la presa y encontrarme que, donde yo recordaba un pantano copioso,  o aceptable en época de sequía, ahora sólo hay un paraje seco de piedras agrestes y viento cortante. La presa no contiene agua y si este invierno es igual de seco que el otoño, no habrá agua para los habitantes, que desde este verano están recibiendo agua potable de cisternas.


El antes y el después




Lo mejor, indudablemente, ha sido disfrutar de la amabilidad y simpatía de los autóctonos, aprovechar las mañanas para pasear por el bosque, donde incluso me saludaron unas graciosas ardillas, encontrar la paz al escuchar tan sólo mis pasos, quedarme acurrucada junto al fuego, acompañada de buena lectura en las tardes, tranquilas, y poder contemplar  un cielo que me ofreció gratuitamente estrellas cien por cien ecológicas,  libres, naturalmente, de contaminación lumínica.



3 comentarios:

John Constantine dijo...

El paisaje es absolutamente precioso, no me extraña que lo encuentres relajante. Una lástima lo del lago habrá que esperar que el año que viene las lluvias sean más generosas.

Darko Wiggin dijo...

"incluso me saludaron unas graciosas ardillas" jejeje, me quedo con esa frase que dice tanto...

PD: muy chulo el nuevo diseño, me gusta más
;)

PD2: pessingi? -_-

borraeso dijo...

Volverán las vacaciones y cada vez que vuelvas lo encontrarás diferente.
Siempre en movimiento, los pueblos, las ciudades, crecen igual que nosotros.

No te dije que me encantó el paseo.
Lloverá de nuevo... en tanto quizá se aprenda a gestionar las lluvias nuevas... Esperanza, no te vayas nunca...

Besos de lana, que llegó fuerte el frío!!!