Valientes y valiosos

10.5.09

Troya

El principio de nuestra historia común fue la guerra de Troya. Con semejante comienzo, y teniendo en cuenta que no nos caímos bien, los augurios no nos eran exactamente favorables. Pasó el tiempo y Leonardo da Vinci nos dio la oportunidad que necesitábamos para reconocernos el uno en el otro. Desde la omnisciencia del siglo XXI, hablamos de las Cruzadas desde todos los puntos de vista, de los templarios, de los héroes legendarios y los superhéroes de cómic. Más tarde vendrían las noches propicias, en las que parecíamos cosidos el uno al otro gracias al versátil velcro, que no dolía cuando nos separábamos, aunque siempre nos acordábamos con nostalgia de la superficie independiente pero complementaria. Y a la luz equívoca de esas madrugadas estivales compartidas, fuimos entretejiendo un sentimiento vaporoso pero persistente.

Queríamos conocernos mejor.

¡Qué habría sido de nosotros sin la alta tecnología!. Cada vez que "Roma por su soberbia" se asomaba en su rinconcito de la pantalla del ordenador, mi corazón se marcaba un salto de puenting. Cuando nuestras conversaciones tecleadas finalizaban, una flor virtual me hacía sonreír y me llenaba la cabecita de interrogantes. ¿Era una flor de cortesía, o significaba algo más...?

Las noches continuaron siendo propicias, aunque de otro modo, porque a altas horas de la madrugada dos vibraciones zumbonas me avisaban de que en la minúscula pantalla fluorescente me esperaba un sobrecito sin abrir. Esos mensajes prolongaban el hilo de la trama que me llevaba a querer saber más de tí. Tenían la capacidad de hacer que en mis excursiones al mundo de Morfeo me guiara la mejor estrella, y que las sonrisas se levantaran conmigo. Era un mundo de luces y soles que no sólo visitaba de madrugada, sino a todas horas, la verdad, y es que caminar por tu mundo era hermoso, y tú hiciste que además, fuera fácil.

Soñaba despierta muchas cosas, y casi siempre te incluía en las esponjosas nubes del futuro, tan cargadas de imágenes que nunca se sabe cuáles se harán realidad, si las que deseamos o las que andan escondidas entre nuestras esperanzas. Mientras las colgaba cuidadosamente con pinzas de madera para ver cual era el resultado, seguía creando más nubes de ilusiones en las que tú habitabas.

Sin embargo, aunque las sobrecargué de fantasía, las nubes del porvenir se me destiñeron al finalizar el proceso de secado; nunca imaginé que el futuro se presentaría tan brillante. No sabía que entre tú y yo tejeríamos esta complicidad tan resistente, no podía saber que nos entenderíamos tan bien, sobre todo cuando los demás se empeñaban en declarar que estábamos condenados a ser aqueos y troyanos. No cabía en la nube más luminosa, en la más optimista, en la que incluía el sortilegio más potente los momentos hermosos que viviríamos juntos. Y aunque armemos alguna Troya de vez en cuando en honor a los tiempos primigenios, te quiero tanto que no me me imagino un futuro en el que se acomode tu ausencia.

Y tus brazos serán mi almohada, y mis besos te aliviarán, y las próximas nubes las elaboraremos juntitos, para ver el resultado de nuevas esperanzas y previsiones que hilvanamos en conjunto ahora. Seguro que no nos llueve más de lo preciso.

Y hoy, cinco años más tarde de las primeras contiendas, con más conocimiento de causa por la experiencia ya vivida, me reafirmo en mis palabras, que reescribo para que te lleguen a través de la misma pantalla que alojó nuestro tratado de paz. Más consciente de nuestros fallos y menos desorientada por la incertidumbre, te quiero.

2 comentarios:

S. dijo...

no me estaras diciendo que eres Elena de Troya no?

Slavek-Slavko dijo...

Los pelos como escarpias oyes!
Estupenda entrada, romántica sin caer en lo azucarado de la palabra, lo empalagoso de los que entienden mal el romanticismo.
Que bien escrito leñe!
Un saludo y enhorabuena a ambos, ya sean aqueos o troyanos, atenienses o espartanos, cruzados o jenízaros...