En vías de extinción

Está comprobado. La técnica de la extinción funciona. En psicología, es un procedimiento para hacer que una conducta disminuya o incluso desaparezca. Verbigracia, cuando un niño berrea a decibelios inadmisibles, con motivos decididamente aleatorios. Pongamos que el adulto al cargo dispone de la paciencia suficiente; si muestra indiferencia, el niño comprende que no conseguirá lo que quiere y el berrinche se le pasará. Luego, cuando ya la tormenta ha amainado, se puede - y debe- prestar la debida atención para reforzar los comportamientos positivos.

Últimamente hay demasiadas cosas por las que enfurecerse, sufrir pataletas y enrabietarse. Abres el periódico y es una crónica de desastres, no hay una sola noticia que te importe que resulte positiva.

Como en el mundo al revés, los bancos son ladrones y los rescates no son buenos,  menguan los salarios mileuristas y suben  las primas de riesgo. El caso Dívar resulta lacerante, y podría continuar con temas cercanos y un poco más lejanos, pero nunca indiferentes.

Me pregunto si el cuarto poder intenta enardecer al pueblo y el gobierno se dedica a aplicar la técnica de oídos sordos, o si sencillamente ya está todo demasiado malogrado y  no hay quien enderece el entuerto.

Es demasiado. Sobrepasas el berrinche, la cólera y la ira. De pronto estás en el polo opuesto, has alcanzado la desidia e incluso tienes pasaporte hasta la insensibilidad. Compruebas empíricamente que la técnica de extinción es muy efectiva. Construyes en silencio una muralla blindada para que tu mínima burbujita de bienestar no estalle. Quieres delimitar y proteger todo lo que merece la pena, porque está en vías de extinción. Te dices que no tienes derecho a quejarte, y es que otros están mucho peor. Te dedicas a inventariar sonrisas, besos, chistes privados, charlas largas sin decir nada significativo pero que acarrean carcajadas sustanciosas.

Recuerdas que tienes la inmensa suerte
 de vivir algo tan valioso como ésto:

Y oh, prodigio. Recuperas las fuerzas y regresas al combate, porque tienes la obligación de conseguir que herede un mundo mejor.