Valientes y valiosos

14.10.10

Brujas, demonios y otros malignos

Si me refiero a Marvin Harris de improviso quizá no sepáis de quién hablo. Si menciono su libro "Vacas, cerdos, guerras y brujas"  (Alianza editorial, 1980 - en España- ) quizá os suene haberlo visto en alguna sección de historia de vuestra librería predilecta. En efecto, Marvin Harris fue un antropólogo cuyas obras de divulgación lograron bastante reconocimiento.

Recientemente adquirí el libro antes referido y me pareció curioso.  ¿Es realmente un contrasentido que los hindúes mantengan la prohibición de comer carne de vaca?, ¿por qué el cerdo  es tabú en algunas religiones?¿Qué motiva  los movimientos mesiánicos?. Marvin Harris aborda cuestiones que parecen irracionales o injustificadas y consigue encontrar una razón plausible que explique el origen de esas tradiciones.

En cierto punto del libro, Harris se cuestiona el motivo de la caza de brujas en la Europa medieval.  Esto me interesó de inmediato. Se estima que más de 500.000 personas murieron quemadas en la hoguera acusadas de brujería entre los siglos XV y XVII. Sus crímenes: viajar por el aire largas distancias montadas en escobas; realizar pactos con el diablo; besar al diablo bajo la cola - (una forma de demostrar sumisión al diablo era bajo la ceremonia del llamado osculum infame); reunirse en aquelarres; copular con íncubos, diablos masculinos dotados de penes fríos como el hielo, o copular con súcubos, diablos femeninos. Otras veces las acusaciones eran más terrenales, como matar la vaca del vecino, provocar granizadas, arruinar cosechas, comer niños... Pero más de una "bruja" fue ejecutada por haber volado por el aire (sic). Harris distingue dos cuestiones distintas respecto a la brujería. En primer lugar, se plantea por qué alguien debería creer que las brujas pueden volar por el aire montadas en escobas. En segundo lugar, se pregunta por qué esta noción llega a popularizarse tanto a lo largo del XVI y XVII.

Algunos historiadores mantienen que todo el complejo (los vuelos intempestivos en escobas, los pactos con el diablo, el aquelarre, etc) fue invención de los cazadores de brujas. Pero algunas de las acusadas creían fervientemente que podían volar sin Lufthansa de por medio, y copular con demonios. ¿Entonces?


Para iniciarnos en la cuestión, hay que decir que antes del año 1000 d.C nadie era ejecutado si un vecino alegaba haberlo visto en compañía del diablo. Sí, la gente se acusaba entre sí de ser hechiceros o brujas y de tener poderes sobrenaturales para hacer el mal. Pero las autoridades tenían poco interés en cazar sistemáticamente a las brujas y hacerlas confesar sus delitos.

De hecho, la Iglesia Católica insistía inicialmente que no existía tal cosa como brujas que viajaran por el aire. En el año 785 d.C, el Concilio de Padenborn castigaba la creencia en las brujas y su persecución:
Quien, cegado por el Demonio, cree como los paganos que alguien es una bruja y come a personas, y la queme por ello o deja comer su carne por otros, será castigado a pena de muerte.
Así, en el año 1000 d.C el estamento eclesiástico sostenía oficialmente que el viaje en escoba era una ilusión provocada por el diablo, regidos por el Canon Episcopi. En cuanto a la gente que creía que bandas de brujas se dedicaban a pilotar escobas a la puesta de sol, el Canon advertía: " El alma impía cree que estas cosas no suceden en el espíritu, sino en el cuerpo"· En otras palabras, el diablo nos puede hacer creer que estos viajes son reales, pero son sólo ilusiones y vas puesto hasta las trancas de peyote.

Quinientos años más tarde, la Santa Madre Iglesia sostenía oficialmente que quienes afirmaban que el viaje era simplemente una ilusión, estaban asociados con el diablo. Hicieron falta cinco siglos para invertir el Canon Episcopi, convirtiendo en delito herético el negar que las brujas se transportaran tanto corporal como espiritualmente.

Prácticamente, todas las sociedades del mundo tienen algún concepto sobre la brujería, pero la caza de brujas en Europa fue la más feroz, cruel y larga de todas. Si se sospecha de hechicería en alguna sociedad primitiva, tal vez se empleen ordalías dolorosas para determinar la inocencia o culpabilidad, pero en ninguno de los casos se tortura a las víctimas hasta que confiesen la identidad de otras brujas.

El problema que conllevan las confesiones estriba en que se obtenían habitualmente bajo tortura. Se aplicaba rutinariamente hasta que la bruja confesaba haber hecho un pacto con el diablo, volado hacia un aquelarre, y continuaba hasta que la bruja revelara el nombre de otras personas que habían participado en el aquelarre. Si una bruja intentaba retractarse de su confesión, se la torturaba con más énfasis hasta que confirmaba la confesión original. Esto dejaba a la persona acusada de brujería la elección de morir de una vez o volver repetidas veces a la cámara de tortura. La mayor parte de la gente optaba por la hoguera. Como recompensa por su cooperación, las brujas arrepentidas podían esperar a ser estranguladas antes de que se encendiera el fuego. Pero, ¿qué valor puede tener una confesión en el que encontramos fórmulas como "Margaretha ha confirmado ante el tribunal de justicia por propia voluntad la confesión arrancada bajo tortura"?.

Esto nos lleva a distinguir entre lo que sucedió de verdad y lo que la gente pensaba que sucedió. Cabe la posibilidad de que hubiera personas que experimentaran sucesos alucinógenos, ya que algunas brujas hablan de preparados verdosos que se aplican al cuerpo. Un colega de Galileo obtuvo la fórmula de un ungüento utilizado que contenía hierba mora.

Tan pronto como está preparado, se untan bajo los brazos y en otros lados vellosos... también la parte del cuerpo, frotándola antes a conciencia, de modo que su piel se vuelve de color rosa. Así en algunas noches de luna se creen transportadas a banquetes con música y danzas, copulando con los jóvenes a los que más desean. Tan grande es su imaginación y la apariencia de estas imágenes que la parte del cerebro llamada memoria está casi repleta de este tipo de cosas y puesto que ellas mismas son muy propensas por inclinación de la naturaleza a la creencia, se aferran a estas imágenes de tal modo que el mismo espíritu se altera y no piensan en otra cosa durante el día y la noche.
No cabe duda que podían beneficiarse de los alcaloides de las hierbas para vivir un viaje a tierras lejanas. Sin embargo, la Inquisición perseguía a las brujas basándose en un tratado,  "El martillo de las brujas" , un manual para la caza de hechiceras en el que nada se decía de la posesión de ungüentos. Por lo que las personas incriminadas tal vez ni siquiera hubiera viajado al aquelarre.
¿Eran aquellos despechados que no habían sido invitados
los que perseguían a las brujas acusándolas de reuniones ilegales?

¿La Inquisición estaba consagrada a la represión de la herejía brujeril? La situación exige que nos preguntemos no por qué estaban los inquisidores obsesionados en aniquilar a las brujas,  sino por qué estaban tan obsesionados con crear la brujería. El efecto inevitable del sistema inquisitorial fue hacer más verosímil que la gente practicaba ritos con el demonio e incrementar por tanto el número de acusaciones de brujería.

El sistema de brujas estaba demasiado bien diseñado (se obligaba a la familia de la bruja a pagar la factura de los servicios prestados por torturadores y verdugos, además de costear los haces de leña y el banquete que los jueces se daban tras las quema, y se confiscaban todos los bienes de cualquier persona condenada).  Pero estas recompensas sólo explican el por qué los cazadores de brujas ejecutaban con tanto entusiasmo su oficio, no suponen la causa por la que se generó este fenómeno.

Harris sugiere que se examinen los resultados terrenales en lugar de las intenciones celestiales. El resultado principal de la caza de brujas, (además de los cuerpos carbonizados), consistió en que los más pobres llegaron a creer que eran víctimas de las brujas y diablos en vez de los príncipes y papas. ¿Hizo agua vuestro techo, abortó vuestra vaca, se secó vuestra avena, sufristéis alguna enfermedad, falleció vuestro hijo? La culpa era de un vecino, ese que rompió vuestra cerca, o que os debía dinero, o que deseaba vuestra tierra, el vecino convertido en bruja. ¿Aumentó el precio del pan, se elevaron los impuestos, disminuyeron los salarios, escaseaban los puestos de trabajo?  Obra de las brujas. ¿La peste y el hambre asolan la aldea o la ciudad?  La audacia de las brujas no conoce límites.

La Iglesia y el Estado montaron una denodada campaña contra los enemigos fantasmas del pueblo, y las autoridades no regatearon esfuerzos para combartir este mal. Así se desplazó  la responsabilidad de la crisis de la sociedad medieval tardía desde la Iglesia y el Estado a demonios imaginarios con forma humana. Preocupadas por las actividades fantásticas de estos diablos, las masas depauperadas, alienadas, enloquecidas, atribuyeron sus males al desenfreno del Diablo en vez de a la corrupción del clero y la rapacidad de la nobleza. La Iglesia y el Estado no sólo se libraron de toda inculpación, sino que además, se convirtieron en elementos indispensables, ya que se presentaron como los grandes protectores frente a un enemigo omnipresente pero difícil de detectar. Aquí había por fin una buena razón para pagar los diezmos y someterse al recaudador de los impuestos.

Lamentablemente, siempre pagan los mismos; un estudio realizado por H.C. Erik Mildefort sobre 1258 ejecuciones en el suroeste de Alemania entre  los años de 1562 y 1684 muestra que el 82% de las víctimas eran mujeres. Los chivos expiatorios fueron viejas indefensas, parteras de la clase baja, ya que cuando las acusaciones rozaban a los nombres de gentes de alto rango o poder, los jueces perdían confianza en las confesiones y cesaba el pánico. Mildefort sólo contó tres casos de acusaciones contra miembros de la nobleza, y curiosamente ninguno de estos acusados fue ejecutado.

Además de suponer un penoso regulador demográfico, la caza de brujas aumentó la distancia social, enfrentó al vecino contra el vecino, aisló a cada uno, aumentó la inseguridad y contribuyó a que el individuo, al sentirse desamparado, se hiciera dependiente de las clases gobernantes. De esta forma se evitó que el pueblo se enfrentaran contra el estamento eclesiástico y secular con peticiones de redistribución de riqueza y nivelación de rango. Un truco que demostró ser eficaz y el mejor pacto con el diablo para mantenerse en el poder.

6 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Ese libro de Marvin Harris fue una de esas apariciones cuando cayó en mis manos junto con el de Flora Davis La comunicación no verbal. Cuánto disfruté con los dos.
Otro que M. Harris que me gustó mucho fue Jefes, cabecillas, abusones que también recomiendo.
Salu2

AdP dijo...

Siguen creándose brujas. Afortunadamente, al menos donde nosotros vivimos, ya no matan a nadie por ese motivo. Un gran método para imponer unas creencias o una sumisión desde el terror.

Saludos.

Candela. dijo...

Vaya, interesante libro, lo miraré por aqui. Muy apropiado, ademas, para las fechas de Halloween que se acercan ya...

Darko Wiggin dijo...

La verdad es que Marvin Harris me encantó cuando leí Caniblaes y Reyes, ¿por qué no habré vuelto a leer nada de él? Y ava siendo hora de recuperarlo...

PD: prescoc
Dícese de la fruta del prescoquero.

;)

S. dijo...

Si estuviesemos en aquellas épocas ya hubieran quemado a Isabel Pantoja.
Un besito(ando haciéndome pruebas para lo de mi instentino)

H. Kramer dijo...

Excelente post. El Malleus Malificarum (o Martillo de las brujas) es un documento interesante -misógino, por cierto- sobre la creencia de brujas en el siglo XV. Se puede descargar gratis en internet y lo recomiendo a quienes le interese el tema.
Saludos,