Miro por la ventana y veo estrellitas de hielo volando de una dirección a otra, indecisas, vapuleadas por el viento. El ambiente me recuerda al último día que pasamos en Portugal, visitando Sintra. Cogimos el tren en la estación de Rossío, en Lisboa, y a medida que avanzábamos por los raíles, parecía que íbamos persiguiendo al frío. Cuanto más cerca de la montaña, el clima empeoraba , más niebla o más lluvia, y en cuanto bajamos del tren, descubrimos que habíamos llegado al invierno.
Me llamó mucho la atención este bar, en el que apenas cabían dos ancianitos, que se pasaron allí resguardados todo el día tomando algo.
Para llegar al palacio de la Peña, (Palacio da Pena, en portugueish) en la colina que domina el pueblo, podíamos caminar durante una hora montaña arriba o bien podíamos coger un autobús que nos llevara por un camino estrecho de doble dirección, al filo de despeñadero a través del bosque, y por supuesto escogimos ésta última alternativa. El conductor es habilidoso y aunque da vértigo saber por dónde estás ascendiendo, y el estado del camino, en invierno no es mejor opción subir con el riesgo de los coches y autobuses turísticos, añadiendo a la combinación el gélido viento y la lluvia. Nos habían dicho que existía un bono para visitar los principales monumentos del lugar y que también incluía el precio de transporte, pero es un bulo. Primero puedes pagar el autobús que hace un recorrido por los lugares de interés, y después en uno de los edificios emblemáticos puedes comprar entradas que sirven para ver uno, dos o todos, válido por 48 horas.
Optamos por un ticket para tres lugares, y pasear por el pueblo posteriormente, y no nos arrepentimos. Lo primero que elegimos ver fue el palacio nacional de la Peña. He visto fotos en verano y lo cierto es que gana con luz. Cuando llegamos nosotros parecía una mezcla de castillo de cuento de hadas encantado y abandonado, y morada del Drácula de Transilvania.
Hay que atravesar un bosque antes de llegar al palacio, construído en el siglo XIX donde anteriormente hubo un monasterio, que se alzó en la parte más solitaria e inexpugnable de la localidad.
Por aquí vivía la abuelita de Caperucita Roja
En nuestra escarpada ascensión,
al filo de lo imposible
por fin conseguimos nuestra meta.
En nuestra escarpada ascensión,
al filo de lo imposible
por fin conseguimos nuestra meta.
Un tritón nos dió una bienvenida muy agradable...
Aunque no lo parezca, el interior se mantiene en muy buen estado. Nos invitaron muy afablemente adentro, y recorrimos pasillos, salones y habitaciones en los que se conservan los muebles y enseres de los habitantes de palacio. Está prohibido hacer fotos del interior, lo que me apenó porque tenía un claustro preciosísimo de azulejo, y las habitaciones están tan bien preservadas que se experimenta en realidad un viaje en el tiempo. Agradecimos el calorcito al entrar, aunque no nos dejamos el paseo por el exterior gélido, desde las almenas conchabadas con un viento traicionero.
Esto es lo que se divisaba del castillo de los moros desde el palacio...
concretamente, desde el pasillito de estas almenas.
concretamente, desde el pasillito de estas almenas.
Una vez que hicimos toda la vuelta al palacio, nos dirigimos al castillo de los moros, emprendiendo la bajada hacia Sintra pueblo. Una vez más, caminamos por el bosquecillo encantado(r) hasta llegar a la siguiente colina.
Bajando aún más, nos reencontramos con el pueblecito.
Vista de Sintra desde el Palacio Nacional
El Palacio Nacional también está muy bien conservado,
si bien después de haber visto el Palacio de la Peña, el esplendor queda algo desteñido...
si bien después de haber visto el Palacio de la Peña, el esplendor queda algo desteñido...
Vista desde uno de los salones del Palacio Nacional.
Al final de la tarde nos pusimos rumbo a Lisboa, degustamos allí la última cena, al día siguiente muy tempranito nos volvimos a Madrid, descubriendo que el invierno se había colado en nuestra maleta para visitar nuestra ciudad...
... Puede que prolongue su estancia una buena temporada...
5 comentarios:
Si piensas darme envidia...lo has conseguido mala bruja
Yo conocí Sintra (y Lisboa, cascais, etc) allá por los años ochenta. Poco turismo en Portugal, idioma fácil de entender y verano...una delicia...
Que bien lo cuentas todo! Me ha parecido estar al borde del precipicio... menos mal que no tengo vertigo!!
Tuve durante años una Pen Pal Friend que vivía en Sintra. Conozco el castillo por fotos pero no el pueblo.
Me ha encantado este paseo por Sintra.
Oh! lo has vuelto a hacer! Muy buena la crónica del viaje y las fotos...¿hay algun muso que te haga hacerlo asi de bien o es que tu creatividad está in crescendo?
Jejeje, me ha encantadoooo!!!!
Besitos!
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