Viendo un documental de National Geographic sobre el Señor de Sipán, me ha llamado la atención la cultura moche o mochica, que se desarrolló entre los siglos III y VI d.C, en el territorio que pertenecería a la costa norte de Perú. Establecidos en un desierto donde la vida parece imposible, lograron crear un vergel que todavía no ha vuelto a igualarse gracias a su ingeniería hidráulica. Fueron, en definitiva, una civilización muy desarrollada.
Como sabéis, la costa norte de Perú es azotada cada cierto tiempo por el fenómeno el Niño; descargas torrenciales debidas a la corriente cálida que llega al litoral, causantes de catástrofes tremendas. Los ríos llegan al mar cargados de sedimentos, que el oleaje y el viento vuelven a depositar en el desierto, formando dunas y arenales que recubren terrenos y construcciones.
Los moches atribuían los efectos de El Niño a la cólera de los dioses, y de ahí sus sacrificios humanos. Cuando los oráculos vaticinaban la venida de El Niño, era cuando más inmolaciones se realizaban, pero habitualmente eran limitadas y destinadas a fecundar la tierra. Los sacerdotes señalaban las ofrendas tras consultar a los dioses; hay que decir en su favor que nunca las víctimas fueron (tan) masivas como las propiciadas por los mayas, coetáneos a los mochicas.
A los sacrificados se les degollaba o se les despeñaba por las montañas sagradas. En ocasiones, se les masacraba el cráneo con una maza. Los nobles que se ofrecían a la ejecución voluntariamente, se cortaban la yugular y morían desangrados. Siempre era un honor morir en sacrificio, y a veces las familias ofrecían a sus hijas vírgenes (ya empezamos, ¿por qué siempre nos toca a nosotras...)? - quienes, bajo los efectos del cactus de San Pedro, se lanzaban libremente al vacío.
El cactus de San Pedro, o cactus de los dioses, aparece representado en forma de estrella en los murales del patio ceremonial de la Huaca de la Luna (el centro ceremonial religioso mochica).
En las celebraciones del templo dedicado a la diosa lechuza, la sacerdotisa presidía las ceremonias; ingería el cactus de San Pedro, ya que la planta mágica era el vehículo que se utilizaba para comunicarse con el ultramundo, y se aseguraba de que las escogidas también tomaran el cactus de los dioses. Las novicias eran iniciadas desde niñas en los misterios de los vuelos chamánicos. Cierta sensación de vértigo precedía a un esclarecimiento de los sentidos y una visión preclara de la realidad. Finalmente, iniciaban el vuelo, con el objeto de viajar por las regiones cósmicas hasta llegar a la morada del gran dios Ayapael, el más poderoso de la cultura moche.
El principal alcaloide del cactus de San Pedro es la mescalina, un fármaco visionario cuya ingestión produce estados de conciencia alterados y profundos trances. No es de extrañar, por tanto, que las novicias elegidas se precipitaran alegremente desde los peñascos sagrados. Iban listas, para volar a través del tiempo, la materia y la distancia, se entiende.
En cuanto al señor de Sipán, en febrero de 1987 el huáquero (saqueador de tumbas) Ernil Bernal Samame y su banda expoliaron un riquísimo enterramiento en una pirámide situada en Huaca rajada. Días más tardes, la policía encuentra objetos muy valiosos en la casa de Bernal y avisan al arqueólogo Walter Alva, quien reconoce las piezas y desde entonces ha dedicado su tiempo a excavar y proteger el hallazgo arqueológico. Defenderlo también, ya que, cuando el equipo llegó, el monte rebosaba gente que buscaba los despojos que habían dejado los saqueadores de tumbas. Les tuvieron que expulsar del sitio.
Todas las noches se oían tiroteos. Los arqueólogos defendían a diario el yacimiento del asedio de los saqueadores. Bernal murió accidentalmente ese mismo año, por lo que la impopularidad de los arqueólogos aumentó y tuvieron que estar más alerta si cabe.
Localizaron la necrópolis sagrada más importante de los mochicas.
Encontraron la tumba de un gobernante moche al que llamaron El Señor de Sipán.
Jamás se había encontrado una tumba tan importante. Los arqueólogos tenían una masa inidentificable de oro, cobre oxidado... que constituía el fardo funerario de El Señor. La recuperación y restauración de los objetos encontrados duró cerca de ocho meses.
Se hallaron más de 600 objetos de oro, plata, cobre dorado, concha, piedras preciosas y textiles en el ajuar funerario del gobernante, fiel reflejo del poder ostentado en vida.
Con él, fueron enterrados un porta estandarte, un jefe militar, tres mujeres jóvenes (ninguna había cumplido los veinte años cuando fueron sepultadas para acompañar al Señor de Sipán), un niño, dos llamas, un perro, 212 vasijas que representan guerreros, personajes en actitud de oración..., un guardián y un vigía.
Los mochicas creían en la vida después de la muerte y por eso eran inhumados con todo lo que poseían. ¿Eran enterrados los acólitos vivos o muertos? Los cuerpos están cuidadosamente preparados, señal de que, sacrificio voluntario o no, los acompañantes ya estaban muertos al ser enterrados.
En 2000, se paralizaron los trabajos debido a la falta de medios económicos.
En 2007 se consiguieron restablecer.
La zona, a vista de pájaro, parece la superficie lunar; irregular y llena de cráteres. Cada hoyo es un enterramiento saqueado; el expolio continúa, cada noche los huáqueros esquilman el patrimonio arqueológico de Perú. Los huáqueros lanzan las momias a la intemperie, turbando su reposo eterno y sin respetar las creencias ancestrales que tenían sobre la vida de ultratumba. Las tumbas son abiertas a fuerza de pico y pala, y la información que podrían aportar, por desgracia, se pierde para siempre.
4 comentarios:
Cuando la pobreza supera a la cultura, todo se vuelve vano y peligrosamente carente de sentido
Muy buena la entrada, no conocía la existencia de los mochicas, ¿que pasó con ellos?¿se mezclaron con otras culturas o razas o simplemente desaparecieron como los mayas?
Un saludo!
Cuando dijiste que había un presente para mí en tu blog, pensé que era el premio violeta.. ahora, tras la lectura, veo que es este artículo sobre el cactus de San Pedro XD
¡Cactus!
Reconozco mi ignorancia para con los mochicas. Ahora ya sé algo más :)
Siempre nos podemos refugiar en la fantasía de Tintin y el Templo del Sol y creer que los Incas aún viven.
La fotografía de la huaca corresponde a la Huaca del Sol, no a la Huaca de la Luna. Por favor, corregir la información.
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