“Los soldados israelíes bombardearon la casa y mataron a mi madre, a mi padre, a mi bebé y otros 25 miembros de mi familia. ¿Por qué? No somos Hamás, no somos combatientes.¿Por qué nos hacen esto?”
Salah Sammouni, Gaza, enero de 2009
"Mi hijo de cinco años me pregunta dónde está el refugio antibombas más cercano. No es esto lo que debería preocupar a los pequeños, sino a qué van a jugar luego."
Geut Aragon, cuya casa en Sderot fue alcanzada por un cohete palestino, diciembre de 2008
La ONU exigió a Israel y Hamás el cese inmediato de violencia en Gaza a inicios de enero de 2009. Le costó llegar a esa resolución (más de 750 muertos palestinos, horas extras en negociaciones). Básicamente intercedía debido a los reclamos de la opinión pública, y repartió equitativamente la responsabilidad - lo mismo dan los bombardeos ocasionados por los israelitas que los cohetes lanzados por los palestinos; el resultado es que mueren civiles en ambos bandos.
No sirvió de mucho; la ONU se ha convertido en un potro deportivo que se salta grácilmente, y los ataques sobre la franja de la discordia continúan. (Si no fuera tan grave, propondría Gaza 2016 para los próximos juegos olímpicos).
Las operaciones militares israelíes en Gaza han matado a centenares de civiles palestinos, devastado las infraestructuras del territorio y creado una catástrofe humanitaria. Algunos de los ataques se dirigieron contra civiles o edificios civiles de la franja de Gaza, o su naturaleza fue desproporcionada. La delegación de Amnistía Internacional ha hallado indicios irrefutables sobre la utilización generalizada de un agente químico, el fósforo blanco, contra población civil palestina en zonas residenciales densamente pobladas de Gaza. El jefe de la unidad de quemados del principal hospital de Gaza dijo a la delegación que se estaba ingresando a pacientes, niños entre ellos, con quemaduras de fósforo blanco que no cicatrizaban. El fósforo blanco ocasiona la caída de la piel de las víctimas, (las personas se desollan vivas); puede provocar espantosas quemaduras y (evidentemente) un dolor insoportable.
Durante el mismo período de tiempo, los cohetes lanzados de forma indiscriminada por Hamás y otros grupos armados palestinos han matado a varios civiles israelíes. Es un mito que los cohetes caseros no provocan daños; y son lanzados contra centros densamente poblados, sin distinción.
No podemos parar las hostilidades, pero sí podemos pedir al Consejo de Seguridad que adopte decisiones inmediatas para que todas las partes implicadas en el conflicto rindan cuentas por las infracciones del derecho internacional que hayan cometido. Si lo deseas, puedes solicitar que se envíe un equipo internacional de investigación integrado por expertos cualificados para llevar a cabo las indagaciones oportunas y, cuando se encuentren los indicios precisos, procesar a aquellos que han cometido crímenes del derecho internacional. Para ello,
(Por favor, firma antes del 1 de marzo para que la campaña no se cierre sin tu colaboración).
No podemos aceptar que el derecho internacional sea infringido y que no pase nada: sin rendición de cuentas, sin justicia, no puede haber ni paz ni seguridad sostenibles.
Si quieres repetir ración de bravas con ésta misma salsa, hace poquito dejé un trailer sobre un documental, Promesas, (clicka aquí para verlo) un acercamiento al conflicto en Medio Oriente mediante siete testimonios de niños israelíes y palestinos sobre lo que significa crecer en Jerusalén.
Aunque los niños viven a veinte minutos de distancia entre sí, habitan en mundos radicalmente diferentes, prácticamente incomunicados, y son conscientes de la situación. Estos niños viven en un ambiente de tensión y violencia; son las víctimas -y herederos- de un conflicto político-religioso de más de cien años. Su visión de las cosas está modelada por las imposiciones de los adultos que los rodean. Sin embargo, han decidido saltar las barreras para encontrarse con sus vecinos.
Promesas es una película humanista que habla del otro, y muestra que podemos hacer una mejor vida. Para mí, la mirada infantil es más ingenua y más directa a la vez; de ahí su eficacia. La gente en Israel quiere hablar acerca de lo que sucede. Los palestinos e israelíes están muy acostumbrados a las cámaras y siempre expresaban: '¡yo quiero decir algo!' Lo que descubrimos con los niños fue que al principio imitan lo que dicen sus padres, abuelos o maestros, pero poco a poco empiezan a expresar sus opiniones.Justine Shapiro
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