Valientes y valiosos

15.7.08

La zancadilla a la madriguera de Alicia

Allí estaba, en la biblioteca del recuerdo, un tímido tomo escondido, aplastado por el peso de otros libros y otras tantas memorias. Los dieciséis, qué época. El protagonista, llevaba el rubio pelo largo, tenía unos ojos azules encendidos y barba de tres días, era un chico dulce (heavy hasta la médula) que iba a clase de informática y descubrió a una chica pequeñita, la amiga de una amiga, de sarcasmos chispeantes y ojos vivos.

Desarrollo y desenlace standard para la época; a lo largo del curso se enviaron notitas que devinieron en cartas, un par de folios regulares que tintaron la amistad de sorprendente amor, y después se secaron al sol veraniego, convirtiéndose de nuevo en una amistad deslucida. Organización: cada oveja con su pareja.

Anoche volviendo a casa, no fuimos capaces de distinguirnos. Miradas insistentes, la leve sensación de haber visto a esa persona en alguna otra parte, pero sin caer dónde... Hasta que un perfil tonto hace que caigas por la madriguera de Alicia hacia la biblioteca del recuerdo y te des de bruces con ese tomito tímido, sepultado entre los eventos que consideras bastante más relevantes. Y sin embargo, es éste el que une una época de la vida con otra, como un puente levadizo ensambla el trayecto que atraviesa el insalvable foso de olvido.

Él, irreconocible a primera, segunda y hasta sexta vista, ahora está calvo, ha engordado, mira su entorno con cansada mala ostia, tiene los ojos apagados y desde luego el tiempo no le ha hecho ningún favor.
A mí me ha desgastado la desidia, la resignación me ha dejado la alegría bastante flaca, y no me quedan destellos en los bolsillos para que mis fuegos artificiales le distraigan de la escasez de sueños habitual- ni por un nanosegundo, tan siquiera.

Es curioso como dos personas que una vez pasaron tardes enteras hablando,
ahora ni se reconozcan sentados frente a frente en un vagón de metro.

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