Valientes y valiosos

6.5.08

Hechos denunciables de la (in)seguridad social

Mi padre, a sus 69 años, está como un roble. Cierto que es asmático crónico (porque un médico le diagnosticó neumonía, cuando era asma, y la enfermedad ya escampó a sus anchas), pero por lo demás está divinamente. Por lo que actúa como si tuviera diez años menos, y el año pasado, mientras paseaba al perro por la playa se puso a hacer el indio desde un espigón. Y perdió el equilibrio. Para amortiguar la caída, instintivamente antepuso el brazo derecho al caer entre las rocas y desde entonces, le duele el hombro.
Al principio no quiso ir al médico (porque les tiene manía desde lo del asma mal diagnosticada, y porque pensó que era un dolor debido a la caída) pero al mes, en septiembre, le seguía doliendo, así que pidió cita al médico de cabecera. Quien le deriva al especialista, como es natural.
Radiografía; no hay huesos rotos, nada que explique esa molestia. Nueva cita con otro especialista para hacerle una ecografía. No encuentran razones que justifiquen el dolor.
Una prueba más, esta vez una resonancia, y por fin se descubre que se ha roto tres tendones de los cinco. Y que se le ha desplazado el hueso, porque no tiene los músculos para sujetarlo (y suponemos que debido al impacto, también: pero eso no salió en la radiografía).
A todo esto, ya nos hemos plantado en febrero de 2008 (cinco meses en realizar tres pruebas debido a las listas de espera y la demora cuya existencia niega Esperanza Aguirre, no sé qué estadísticas les darán a los políticos para que gestionen). Al menos, ahora ya sabemos que mi ascendiente se queja con motivo del hombro, y que no es cuentitis para que le hagamos caso.
La solución pasa porque el sujeto haga rehabilitación, a fin de que los tendones que en este tiempo llevan rotos y han encogido por la falta de uso, se estiren, y después una operación para unirlos de nuevo. Quizá haya que perforar el hueso y enlazarlos.
Me encanta lo gráfico de la explicación.
Nuevas pruebas para confirmar lo antes expuesto, llegamos a abril.
En este tiempo, un tendón más se ha roto por el sobreesfuerzo, el especialista le dice que es posible que tenga todos los tendones rotos (¡!) y que no se pueden alargar por mucho ejercicio que haga; el dolor continúa, agravado, y las pastillas que le han recetado para que no le duela le provocan angustia y vómitos, por lo que ha dejado de tomarlas. (Olé a los ibéricos que aguantan impávidos).
Finalmente, le dicen que tendrá que hacer rehabilitación de todos modos para que el brazo no pierda musculatura y acabe inoperativo. También tendrá que operarse para ponerse prótesis.
Muy bien; mi padre, paciente, pide cita para la rehabilitación. Le dan una nueva cita para mayo; cuando se presenta, le dicen que tenía que haber pedido cita en su ambulatorio para tener número. Espera tres horas hasta que al resto de los pacientes, mejor informados que él, pasan delante (ya que él no tiene número), y al llegar su turno le dicen que la persona responsable de su rehabilitación está de vacaciones. Así que allí no se la pueden dar. Por lo que va al mostrador para ver qué solución encuentran.
Se le cuela un ancianito con muletas, mi padre le deja estar. Se trata de una persona muy mayor, no sabe leer ni escribir, y va con un papelito en la mano con las señas del hospital y del mostrador para que alguna persona amable le indique cómo llegar. Quiere pedir una ambulancia para que le den tratamiento en el hospital clínico, porque él no se puede manejar. La administrativa le pregunta que entonces cómo ha llegado hasta allí, el señor le responde que ha cogido un taxi. Tengo entendido que la seguridad social se lo debería pagar porque está solicitando una ambulancia que no se le ha gestionado, para que le administren un tratamiento por el que tiene cita, pero la señorita no le da explicaciones y el señor tampoco reclama - quizá por ignorancia - el importe del taxi.
Para pedir la ambulancia tiene usted que ir a la primera planta a mano izquierda después de la escalera. El ancianito, le pide que se lo escriba para llegar hasta allí, se le va a olvidar, cuántas cosas hay que hacer para poder solicitar una ambulancia. La administrativa se lo escribe de mala manera en un papel. El señor se aleja renqueante con su muleta hasta la escalera para subir al primer piso. Nadie le ha dicho si hay ascensor.
Mi padre expone su caso; la persona que le tenía que rehabilitar está de vacaciones, y los otros centros le dan cita para dentro de un mes como mínimo. ¿No hay alguna manera de agilizar el proceso etc?
La administrativa se encoge de hombros, coge su cita, la aparta a un lado y dice:
No sé... espere. SIGUIENTE.
La siguiente es una señora de aspecto lozano que conoce a la administrativa. Se nota porque la señora le dice que hacía mucho tiempo que no la veía, pregunta por Fulanito y Menganito, la administrativa contesta, sonríe, hablan un ratito.
La señora lozana solicita una ambulancia, igual que el señor de las muletas de antes.
Y la administrativa: RELLENA LA SOLICITUD.
Y LO GESTIONA.
Mi padre, con cierto (y comprensible) fastidio, pregunta que qué pasa con su caso, y la administrativa se vuelve a encoger de hombros. No sé, dice.
Por lo que mi padre, que está como un roble y también un poquito harto, menta a los santos, a la madre de la administrativa y se caga en todo lo sagrado. La administrativa le replica que oiga, yo solo estoy aquí trabajando, si tiene algún problema no lo descargue conmigo etc.
Mi padre, ahora sí que sí, enojado, atraviesa con su brazo izquierdo, el sano, la barrera del mostrador, y grita : ME CAGO EN LA VIRGEN SANTA, TRAE AQUÍ. Y coge su citación.
Entonces, la actitud de la administrativa se transmuta; se pelea por el papelito y le dice, cálmese, un momento por favor voy a consultarlo con el secretario.
(Porque debió de pensar que mi padre le iba a interponer una reclamación bien gorda).

El secretario se persona, da explicaciones muy educado, comenta que han llamado a las personas citadas para informarles que la cita en sí se postponía por las vacaciones del personal, mi padre responde que a él no le ha llamado nadie, el secretario esgrime un folio con números de teléfono subrayados, mi padre argumenta que tiene contestador y los dos se dan cuenta que el número de mi padre no está subrayado; así que no le han llamado. El secretario pide disculpas por el paseo (y el tiempo, recalca mi progenitor, que lleva toda la mañana) en vano y le sugiere otros centros donde puede acudir, mi padre le comenta que ya ha pensado en otras posibilidades pero que le daban cita para dentro de un mes mínimo.
Bueno, puede ir a su ambulatorio, donde también se hace rehabilitación, y que el médico de cabecera se lo recete. Mi antecesor ya estupefacto; le envían 22 kilómetros ida y vuelta para que haga los dichosos ejercicios cuando puede hacer lo mismo a 700 metros de su casa, y nadie se lo había dicho.
A la mañana siguiente va al médico de cabecera, que le dice que de prótesis, nada, porque mi padre ya tiene una edad y que ... bueno, que igual puede aguantar el resto de sus días con filtraciones, porque es posible que su cuerpo rechace la prótesis y quedarse con el brazo inutilizado. Así que no le receta rehabilitación, considerando que es mejor el tratamiento de filtraciones. Total, que le dan cita para el 26 de junio para que le revise otro especialista y le recete el tratamiento adecuado.

Es cierto que en España tenemos derecho a ciertos servicios sociales gracias a los impuestos que abonamos todos los trabajadores. Pero se pueden detectar bastantes carencias. (Todavía alucino pepinillos por el pobre ancianito de las muletas que tuvo que pagar el taxi y subir una planta para pedir una ambulancia, mientras que en la misma ventanilla le gestionaron eso mismo a una señora con más gracia verbal).

Me parece espléndida la ley que han aprobado en la que se determina que no se puede agredir verbal o físicamente al personal sanitario. Sin embargo, espero que aprueben otra ley, que imponga sanciones al personal sanitario que no cumpla con su obligación (tipo, seleccionadoras administrativas) y que evite que se le tome el pelo a los enfermos.

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