Valientes y valiosos

3.3.08

Dias inevitables

Hay días inevitables, a estas alturas, en los que la tristeza es ya una dolencia crónica.
Intento que las cosas me rocen lo menos posible, no pisar y que no me pisen, pero hay días como hoy en los que la pólvora de la cotidianidad arranca de cuajo los brotecitos de bienestar.
Ni siquiera en mi burbujita estoy a salvo; he de presenciar, asqueada, que el dinero ensucia, el padre de alguien muere, un individuo mendiga con el soniquete de letanía de quien está acostumbrado a no saber convencer ni de su nombre, la gente destila mala leche, mala educación o ambas cosas, y la vida sigue imperturbable sin que puedas disfrutar de un rinconcito de paz. Los minutos se deshacen mientras la rutina persiste, invariable, clonando días que en tus memorias sólo serán el amasijo inútil de la sensación del hastío, y eso será todo.

Hay días inevitables en los que las baladas tristes no acompañan,
en los que los condicionales están repletos de desesperanza,
y las sonrisas se pintan en un hueco del rostro para evitar que la tasa de suicidio se dispare.

La experiencia me dice que sólo he de esperar en silencio a que las horas se desmadejen,
es inútil intentar ser comprendido cuando se sufre de desencanto,
y hay que esperar hasta que algunos sueños ingenuos salgan del jardín de infancia, y dejen semilla en el suelo que las lágrimas surcaron.



1 comentario:

Anónimo dijo...

:S
Hay días de piedra y días de hormigón.
Es en esos momentos que creo que es útil una mano amiga que te arranque fuera y logre hacerte distraer, aunque lo que te cuenten sean, objetivamente, idioteces...
¿y qué no lo es? Casi todo lo es en la vida.
Yo me tumbo y miro el reflejo de la ventana enrejada en la puerta del armario, y recuerdo y me recreo en mi desgracia :D Eso no sirve de nada pero... :S

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