Valientes y valiosos

16.12.07

No estoy para fiestas


Las Navidades siempre fueron estupendas, la excusa perfecta para empiringotar la casa, llenarla de lucecitas, brilli brilli, comer turrón blandito, que me encantaba, polvorones, la fecha en la que mi hogar se llenaba de gente. La Nochevieja también me gustaba, poníamos globos en el salón comedor y en cada uno había un papelito con una predicción tonta para el año siguiente, nos reíamos siempre cuando uno de los pronósticos resultaba absurdo, como cuando mi abuelo calvo leía su notita: "te crecerá el pelo hasta la cintura".

Cuando cumplí los 24, el espíritu navideño se marchó, y no volvió en todo este tiempo.

Estas navidades, pensé que sería diferente, porque tenía ganas de celebrarlas, me volvía a hacer ilusión enredarme en espumillón, pelearme con la gata para que el árbol de Navidad no se quede con las indecentes ramas sin adornos a la vista de todo el mundo, y visitar la Plaza Mayor para coleccionar piezas de Belén para un futuro.

Pero al final, gana el combate la cruel realidad, que nunca es como muestran los anuncios, ni las visiones algodonosas que se tienen al soñar despierta, sino que consiste en trabajar en días festivos en los que todo el mundo descansa, esperar que la tormenta de consumismo amaine para no tener que regresar del centro de la ciudad con puntos de sutura, sonreír ante la bufanda del Carrefour que habrá en compensación ya que sus majestades los Reyes Magos no aparecerán por mi casa porque no saben utilizar el gps, y ver como mi chico se vuelve en avión rumbo a Limerick antes de que me de tiempo a hacerme a la idea de que está en Madrid.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Queda la esperanza que el próximo sea mejor, o que cualquier día se pueda celebrar, y comer turrón y consumir como loc@s en rebajas
sin necesidad que sea el dia de Navidad... un día adornamos un cactus, aunque sea 30 de febrero, y lo celebramos como toca :)