Valientes y valiosos

24.7.07

Aprender a descalabrarse


En las lecciones de vida que nos imparten desde la infancia, nunca nos han dado la fórmula para descalabrarnos y sobrevivir; quizá con la esperanza de que no sea necesario, quizá con la certeza de que los jóvenes tendemos a experimentar, y Dios nos libre de un joven intentando poner en práctica la doctrina del manual de descalabramiento que sus mayores le facilitaron.


Para descalabrarse, es necesario poseer una tenacidad atávica para escoger las puertas que dan invariablemente al precipicio, una confianza al por mayor en las personas que te acompañen en el camino y una ceguera superior al 100% en cuanto a los presentimientos propios y los avisos ajenos.

Sí, estos ingredientes son básicos.


¿Cómo se sobrevive al desguace completo interno?, tan sólo recomendar viveza y agilidad para saber esquivar los golpes y cierta previsión para buscar un lugar blandito de aterrizaje.


Pero, la previsión en muchas ocasiones, lamentablemente, no está entre las cualidades más fuertes de quien practica la caída libre... Sería una paradoja sumamente irónica...

Así pues, sólo se puede aconsejar la rapidez.

Cuando uno comprueba las leyes de la gravedad, no deja de ser curioso que la velocidad pueda constituir la salvación.
No nos dan lecciones de infelicidad porque son inservibles, inútiles y nulas.

Como dijo Henry James,
El mayor consuelo que cuenta en esta vida es no haber hecho el tonto.
Esa es una bienaventuranza de la que yo, desde luego, jamás gozaré.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Es reconfortante saber que un tonto siempre encuentra uno de más tonto que lo admira.
Yo te admiro profundamente ^^