Valientes y valiosos

20.5.07

Destino



Creo inquebrantablemente en el Destino.

Porque la vida a veces se retuerce, habilidosa contorsionista, para ofrecernos una experiencia inimaginable. La Vida sabe que su encanto consiste en eso, en su flexibilidad, y por eso una jovencita siempre es más envidiable que una rígida vetusta que no nos sabe sorprender.

Porque en ocasiones uno empeña todas sus existencias de tenacidad para no conseguir lo que se anhela, y de repente nos regalan algo en lo que ni siquiera pensábamos y que otro desea con todo su corazón.

Porque hay gente que se intenta suicidar por todos los medios y no lo consigue y hay gente que muere inesperadamente de un ataque de risa, por ejemplo.
Porque le conocí de la manera más indirecta posible, y no obstante fue directo a mi corazón.

Y también, porque en el instituto, nos estuvieron dando la vara durante un trimestre (tres meses de un adolescente equivalen a tres años de cualquier adulto, ya se sabe que el tiempo es relativo) para que nos empapáramos de la obra y milagros de Julio Llamazares porque nos iba a hacer una visita cultural ... que en el último momento decidió cancelar por cuestiones de "agenda"... (joder, pero si lo sabías por lo menos desde hace tres meses, cabrón... y yo estudiándote Luna de Lobos de cabo a rabo para hacer quedar bien a mi profe de literatura).

Y en una semana nos sumergieron en el mundo de Luis Alberto de Cuenca. Así fue como conocí un mundo en el que se mezclaba Humphrey Bogart con Píndaro, la señora Hudson - de Sherlock Holmes - con Troya, la religión con el erotismo, las drogas y la poesía.
No soy una acérrima seguidora de la poesía, pero después de Las Flores del Mal y en consonancia con Neruda, Los mundos y los días - es mi libro más frecuentado. Aunque a veces peque en su estética ochentera, las imágenes que maneja son poderosas.


Una de mis favoritas, por excesiva, está dedicada a Fernando Arozena.

Venía de las cuatro corrientes del infierno
del río de los monstruos que añoran la belleza
del que pueblan voraces serpientes silenciosas
del río de la nieve y del río del fuego.



No me servían ya los viejos diccionarios
ni pensar en morir, ni vengarme de nadie,
La traición derramaba veneno en mis oídos.
El vértigo sembraba puñales en mis labios.


Era triste vivir la huida de los nombres.
No recordaba historias. Todo estaba vacío.
Tan sólo atormentaba mi espíritu un recuerdo;
Leonor había muerto en brazos de otro hombre.
(...)


Entonces me encontraste tú, Fernando Arozena,
vaga sombra extraída de una crónica apócrifa,
deux ex machina, sueño forjado de un loco,
para rehabilitarme y condonar mis deudas.


Llegabas como el drago de tu patria; frondoso
soberbio y milenario, cargado de leyendas,
lleno de grutas feéricas y amores primevales,
con el pájaro azul y la rama de oro.


Hablaste, y tus palabras sonaron en la estancia
como viejos hexámetros de Homero o de Virgilio.
No me herían. Cantaban. Y en sus modulaciones
vibraba la amistad y la paz retornaba.


Dijiste del saqueo de Troya por los griegos,
de la sombra de Helena y del hacha de Hagen;
de abrazos que duraron un siglo, de Nausícaa,
y del múltiple rostro del campeón eterno.


Todo era matinal, como los desafíos,
como los desayunos de la señora Hudson.
Y la brisa del alba traía las canciones
primeras de la especie, los primeros latidos.


Las horas discurrían doradas, y tú, hermano,
me hacías regresar al claustro de la vida.
Y Otelo no tenía que matar a Desdémona,
y Angélica sufría los desdenes de Orlando.


1 comentario:

Anónimo dijo...

"El destino no existe, sólo hay lo que nosotros creemos"
Sarah Connor (madre del salvador de la humanidad john connor)
Aunque una rígida vetusta nos sepa sorprender, una jovencita siempre será, de entrada, de mejor ver (Por ello yo, no me dejo ver demasié)

¿El hacha de Hagen? Tengo que buscar eso, porqué para mi Hagen (para mí y la mitología wagneriana) Hagen (hijo de Alberich) lleva una lanza.