Valientes y valiosos

1.12.09

Celebrando un día cualquiera

El otoño le hace sitito a un invierno que se va instalando por las calles de Madrid. Cuando voy a trabajar ya huele a frío, y las lluvias que van espejando aceras nunca fueron tan bienvenidas. Ha sido un otoño cálido, muy agradable para salir a pasear entre hojas cobrizas y crujientes, pero llega un momento en que una se pregunta por qué las heladas tardan tanto en venir a visitar la ciudad.

Para celebrar la vuelta luces de Navidad del centro, los maxiabetos y las armazones que semejan árboles con brilli brilli, las pistas de patinaje sobre hielo y los papás Noeles escaladores, nada mejor que una castiza taza de chocolate caliente mientras afuera se ve a la gente corretear con los hombros encogidos, las bufandas hasta las patillas (ellos) y las primeras bolsas de regalos precavidos.

Hoy, sentada en un café de la ahora peatonal calle Fuencarral, en una mesa junto a los cristales, he podido comprobar que demorarse en volver a casa también puede ser una bendición.


Soy una chica sencilla, 
curiosear entre libretas y rotuladores de Muji
ya me alegra la tarde.

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