Valientes y valiosos

5.2.09

Mundo sostenible

Cuando cojo el tren a las 07.15 am para ir a trabajar, voy con el común malhumor de los madrugones. Éste no es un mundo sostenible, pienso, mientras cruzo el puente que me lleva hasta el ansiado tren donde podré sentarme, Atocha - Chamartín, o en realidad, cualquiera que vaya en esa dirección. Tras un día movido y con un ambiente opresivo en la oficina, que se estrenó en tiempos de crisis y no ha dejado de ganar terreno, decido no dejarme arrastrar por los gestos habituales; paso de largo mi parada de Cercanías, llego a San José de Valderas, camino entre cosas bonitas, me doy un pequeño capricho, opto por pasear en vez de coger el 17 de vuelta a casa. Varios soles diminutos se encienden en tonos anaranjados a mi paso, y un pequeño gatito me observa calibrando si soy peligrosa o no; decide que soy inocua, y me obsequia con un cortés MI, correteando a mi lado con un trotecillo de graciosos pasitos, hasta que un coche pasa por la calle. Se le agota la audacia para colarse deprisa entre las rejas de un solar abandonado donde le esperan otra decena de gatos más, a buen recaudo, protegidos por una señora que todas las tardes les baja agua y pienso.

Vuelvo a casa y elaboro una pequeña lista de pequeños lujos y placeres que tengo en este mundo no sostenible, pero que en ocasiones absorbo sin valorar en su justa valía. Por ejemplo:

* Un paseo una tarde de invierno cuando no hay nadie por la calle (si además agregamos un lindo cachorrito que desfile a mi lado presumiendo de sus andares audaces y torpes, ya es el no va más).
* El recibimiento de mi gata cada tarde, da igual lo que (ella) esté haciendo, siempre viene a saludar en cuanto entro en casa, suele enredarse entre las piernas, embestir alguna de ellas o ambas, emitir una conferencia gatuna- supongo que me cuenta qué ha hecho o me llama de todo menos bonita si he llegado tarde, según el día- para después regresar a sus quehaceres (es una gata muy ocupada, naturalmente).
* Unas galletas caseras de mantequilla y canela.
* Salir de una ducha caliente y escuchar en la radio a Handel (un pedacito de Serse, Ombra mai fú, para más señas).
* Un plato de pasta con salsa al pesto rosso
* La lampara de sales del Himalaya que me regaló Roberto por Reyes (¡¡Gracias !! ¡¡Me encanta la luz que desprende!!)
* Un libro interesante que no puedes dejar de leer.
* Descubrir que las sábanas huelen a suavizante justo cuando te estás metiendo en la camita.
* Escribir esto en un blog propio.

No es un mundo sostenible, no obstante algunas ventajas consiguen que sea más llevadero, y que sonrías al volver a casa, como hoy hice yo al regresar, dejando un reguero de asfalto gris detrás y encarando una luna creciente por delante.


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