¿Dónde están las fronteras?, ¿Qué línea física te imposibilita cruzar tu vida cotidiana y realizar algo que antes nunca has hecho?. El cerebro humano no funciona a través del discernimiento como estamos acostumbrados a imaginar. No pensamos cada movimiento que realizamos, sino que nos movemos en una franja entre intuición y razón; continuamente estamos decidiendo sobre la marcha frente a pequeñas cantidades de información; nos bloqueamos si tenemos demasiadas opciones porque no sabemos qué escoger. Nos creamos nuestra propia jaula de rutina sin proponérnoslo tan siquiera.
Nadie se plantea desde por la mañana todas y cada una de las acciones que tenemos que emprender para mantener nuestra vida "normal"; se desperdiciaría una gran cantidad de energía que no estamos dispuestos a derrochar. Sin embargo, ¿qué pasaría si por doce horas tan sólo, doce, fueras libre para hacer exactamente lo que deseas? Inmediatamente a este planteamiento encadenamos la idea de la repercusión que provocaríamos en respuesta a nuestras acciones. Si tuvieras que vivir acorde con tus arbitrajes, quizá terminarías eligiendo no hacer nada; pero aún así tu inacción causaría daños irreversibles, por lo que tendrías que mover ficha, y entonces, ¿cuáles serían tus movimientos?
Es una encrucijada difícil.
Quizá las fronteras sólo las ponemos nosotros, y el límite físico está en ésa penumbra que genera el miedo a la responsabilidad y al rechazo de los otros - está en nuestra naturaleza humana el ser gregario, pertenecer a un grupo nos da seguridad, nos remonta a nuestro sentido básico de supervivencia.
Tal vez si borras las demarcaciones que se hicieron antes de que tú llegaras, puedes caminar por un territorio nuevo en el que todo es posible, casualidades incluidas, y en tu nueva senda inaugurada tendrá cabida tanto el azar como el destino.
Nadie se plantea desde por la mañana todas y cada una de las acciones que tenemos que emprender para mantener nuestra vida "normal"; se desperdiciaría una gran cantidad de energía que no estamos dispuestos a derrochar. Sin embargo, ¿qué pasaría si por doce horas tan sólo, doce, fueras libre para hacer exactamente lo que deseas? Inmediatamente a este planteamiento encadenamos la idea de la repercusión que provocaríamos en respuesta a nuestras acciones. Si tuvieras que vivir acorde con tus arbitrajes, quizá terminarías eligiendo no hacer nada; pero aún así tu inacción causaría daños irreversibles, por lo que tendrías que mover ficha, y entonces, ¿cuáles serían tus movimientos?
Es una encrucijada difícil.
Quizá las fronteras sólo las ponemos nosotros, y el límite físico está en ésa penumbra que genera el miedo a la responsabilidad y al rechazo de los otros - está en nuestra naturaleza humana el ser gregario, pertenecer a un grupo nos da seguridad, nos remonta a nuestro sentido básico de supervivencia.
Tal vez si borras las demarcaciones que se hicieron antes de que tú llegaras, puedes caminar por un territorio nuevo en el que todo es posible, casualidades incluidas, y en tu nueva senda inaugurada tendrá cabida tanto el azar como el destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario