John y Zado han venido al hotel. Me llevarán a la ciudad. Pero primero iremos a tomar un trago, pues desde por la mañana el calor no para de atormentarnos. Incluso a esta hora, el bar está lleno; la gente tiene miedo de salir a la calle, aquí se siente más segura. Africanos, europeos, hindúes... Conocí a uno de ellos en una ocasión anterior. Es James P., un funcionario de ferrocarril jubilado. ¿Qué hace aquí?, No contesta, sonríe y hace un gesto indefinido con la mano. En torno a las mesas, torcidas y pegajosas, se sientan unas prostitutas sin nada que hacer. Negras, medio dormidas, muy guapas. El dueño libanés se inclina por encima de la barra y me dice al oído:
- Todos estos son unos ladrones. Su deseo es hacer dinero y marcharse a América. Todos trafican con diamantes. Los compran por nada a los warlords y se los llevan a Oriente Medio en aviones rusos.
-¿Rusos?- pregunto, sorprendido.
-Sí - contesta.- Ve al aeropuerto. Allí verás estacionados unos aviones rusos. Son los que llevan diamantes a Oriente Medio. Al Líbano, al Yemen, y principalmente, a Dubai.
Durante nuestra charla el bar se ha quedado desierto. De repente se ha hecho más amplio y espacioso.
-¿Qué ha pasado? - pregunto al libanés.
- Han visto que tienes una cámara fotográfica y han preferido largarse; no quieren ser captados por un objetivo.
- Todos estos son unos ladrones. Su deseo es hacer dinero y marcharse a América. Todos trafican con diamantes. Los compran por nada a los warlords y se los llevan a Oriente Medio en aviones rusos.
-¿Rusos?- pregunto, sorprendido.
-Sí - contesta.- Ve al aeropuerto. Allí verás estacionados unos aviones rusos. Son los que llevan diamantes a Oriente Medio. Al Líbano, al Yemen, y principalmente, a Dubai.
Durante nuestra charla el bar se ha quedado desierto. De repente se ha hecho más amplio y espacioso.
-¿Qué ha pasado? - pregunto al libanés.
- Han visto que tienes una cámara fotográfica y han preferido largarse; no quieren ser captados por un objetivo.
Ryszard Kapuscinski
Ébano
Ébano
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