Soy como una gata; animal de costumbres.
Por eso me entristezco cuando sé que te quedas en tu isla desierta, sin que te lleguen mis botellas rotas, y sin una fecha de vuelta concreta. Porque nos conocemos desde hace más de seis años (tantos ya) y te convertiste en una de mis escasas certezas, el único incondicional, a través de tiempos inciertos, de sufrimientos inflamados y sonrisas desvaídas. Te necesito porque de tí aprendo, te necesito porque eres el único que me lee, me entiende y me corrige, te necesito porque te leo y me describes. Y sobre todo porque te tomaste el trabajo de aprenderme de memoria; mis libros, mis canciones, mis películas, mis viajes... Y ahora, sin tus palabras, sin tu eco imprescindible, mi vida se queda muda por este tiempo.
Te he visto muchas veces decir que hay que tener los brazos abiertos a las personas, para recibir sus abrazos cuando llegan y para no retenerlas cuando se quieran marchar.
Dices que no sabes cuando volverás, y agradezco que no prometas en vano,
yo me quedo aquí con mis brazos bien abiertos,
para cuando puedas regresar,
aunque sea sólo por manía mía de gata,
de mantener la costumbre.
yo me quedo aquí con mis brazos bien abiertos,
para cuando puedas regresar,
aunque sea sólo por manía mía de gata,
de mantener la costumbre.
1 comentario:
Me gusta esta sinceridad desmedida con tú escritor favorito, a decir verdad parece mucho más que un simple escritor porque se ve te conoce muy bien Pitufina.
Tú blog sigue siendo tan interesante como siempre.
Te dejo un beso enorme desde Córdoba, Argentina.
El escritor... ya volverá.
Besito
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