Valientes y valiosos

26.2.08

Felicidad

El inconformismo es una característica humana; de no ser por nuestra sed de perfeccionamiento, no habríamos evolucionado hasta el homo ludens de hoy. Prosperar también nos hizo conservadores, y es que comprendimos que siendo temerarios podemos perder cosas valiosas.
Lo que parece que no hemos aprendido es a equilibrar estas dos cualidades tan relevantes en la sociedad; y creo que por no lograr ese punto equidistante entre la rebeldía y la resignación, no conseguimos ser felices.


Me pregunto si la felicidad existe.
Si se hiciera una escala en la que:

la infelicidad fuera un 0,
la satisfacción un 5,
y la felicidad un 10,
¿cuántas personas se autoadjudicarían un sobresaliente?.

Aunque hay individuos que están aceptablemente complacidos con las vidas que llevan, muy pocos o ninguno consideraría que en su vida no hay nada mejorable; siempre tendemos a querer más.

Pretenciosos como somos, no logramos rebajarnos a aceptar que nuestras vidas no sean como deseamos; y es bueno no acomodarse, buscar nuevas metas significa que nuestra humanidad está a salvo, sin embargo, no saber conciliar nuestros grandes sueños con la realidad es confundir una canica de cristal con el mundo.

Nuestra percepción siempre es variable, y por tanto peligrosa; cualquiera en un día malo puede plantearse tirar su vida entera a la basura, igual que si hemos disfrutado de un día agradable tendemos a pensar que el planeta Tierra es maravilloso y que nada debería cambiar.

En nuestro entorno encontramos gentes que tienen sus necesidades básicas satisfechas, una familia, amigos que les quieren, pareja, un trabajo con el que están más o menos contentos y que les reporta una cantidad económica mensual fija que les permite vivir sin estrecheces, una casa que disfrutar... y sin embargo, no son felices. Nos complicamos la vida una barbaridad, experimentamos un drama por motivos bobos, sin saber ni poder disfrutar de lo que realmente tenemos. Cuando perdemos lo que teníamos, y apreciamos el cambio, el drama se convierte en dramón; pero seguimos siendo infelices.

Entonces decimos que la felicidad es un espejismo, o que no existe, o como Julieta Venegas, renegamos cantando que hay cosas que se le parecen pero son pura casualidad.
Presuntuosos, no queremos constatar que nos estamos equivocando, que la felicidad es asequible y nos la negamos.

¿Por qué?.
¿Qué ambición nos amarga?

No digo que sea fácil, no se trata de sucumbir y sumar decepciones sin pestañear,
pero muchas veces los virajes hacia la tristeza los causamos nosotros mismos por no saber llegar a ese punto sereno, equidistante, entre los deseos excéntricos y chillones y la madurez sosegada.

Suerte, y buena travesía.


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