Valientes y valiosos

28.6.07

El dios más dulce y cruel para los humanos

No hay, quizá, un dios más inquietante en toda la mitología griega que este Dioniso, el creador del mejor invento del mundo; el vino. Fue el último en incorporarse a las moradas olímpicas como una de las grandes deidades, desplazando de su trono a la discreta diosa Hestia.

Nació del muslo de Zeus, (mejor, se incubó allí), pero debería haber nacido de su vientre, pues era promiscuo, pecaminoso, ambiguo, imprevisible siempre y un punto feminoide.
Inventó también las orgías y, como al resto de sus parientes divinos, le gustaba practicar el crimen, aunque en su caso parecía disfrutar mucho más que ellos. A poco de nacer, llevaba dos cuernos en la frente y sus cabellos ensortijados no eran otra cosa que serpientes. Más adelante se cambió de peinado y , en lugar de reptiles, sus rizos los formaban racimos de uvas. Practicaba el travestismo con frecuencia y lo mismo tomaba apariencia de un león como la de un chivo, sobre todo para asesinar. (...)

Criaron a Dioniso las musas (...) Cuando cumplió la mayoría de edad, Hera decidió volverlo loco, para así compensar el trago de que Zeus le reconociera como uno más de sus hijos. Y el joven se lanzó a recorrer el mundo acompañado de un vesánico ejército de faunos y bacantes. Su carrera militar fue imparable; desde Egipto hasta India marchó de victoria en victoria, derrotando incluso a las temibles amazonas. Y entre batalla y batalla, orgías sin cuento y vino a destajo, se ganó la divinidad a pulso, y extendió sus ritos y su culto por todo el territorio griego. Allá donde fuera llevaba la alegría con sus caldos y la violencia con su belicoso carácter.



Pero a este dios salvaje, promiscuo y asesino le debemos los humanos algo imperecedero; el teatro. En los ritos de iniciación esotéricos celebrados en su honor, sus servidores actuaban, representaban dramas usando máscaras. Y en el devenir del tiempo, aquellos ritos se transformaron en obras dramáticas que, recogiendo los mitos heroicos de la epopeya homérica, alumbraron la tragedia. Esquilo y Eurípides podían despreciar al feminoide dios, pero los dos le deben la estructura original sobre la que ambos pudieron desarrollar su genio literario. Puede afirmarse además que, sin el culto a Dioniso, la humanidad no hubiera tenido a un Shakespeare.


(...)

Dios del delirio, dios frenético, dios beodo, dios demente, dios dual, dios hombre con alma de mujer, dios salvaje y dios enamorado, Dioniso retrata la ambigüedad de nuestras almas, la descabellada vesania que anida en el corazón de los hombres.

Es el dios de la eterna paradoja, alumbrado por la genialidad creativa de la civilización griega. Por eso nos fascina hoy todavía, por eso nos admira y nos perturba al mismo tiempo. Era, según Esquilo en Las Bacantes, el dios más dulce y cruel para los humanos. En su nombre, cuando se celebraban fiestas en su honor, los griegos se liberaban de sus ataduras morales y caían en todos los excesos. Así era también el teatro, legado inmortal de este dios travestido, un arte nacido de su culto y la transgresión. Y el enigma del excesivo Dioniso, lúdico y terrible, sigue habitando en las honduras de nuestro propio espíritu.

Javier Reverte,
Corazón de Ulises.

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